Las expectativas son un elemento que ha sido estudiado por la Psicología Social demostrando su relación con nuestras sensaciones y emociones. El ser humano tiende a generar expectativas dependiendo de su personalidad, de sus experiencias y de la educación que haya recibido. Por este motivo, queremos centrarnos en como afectan las expectativas a nuestros menores y cómo podemos actuar para su adecuada gestión.
En este sentido, los adultos proyectamos a nuestros menores nuestras propias expectativas sobre como debe ser su futuro y a que deben dedicarse sin tener en cuenta su personalidad. Por tanto aparece “la profecía autocumplida”, es decir de que manera pueden afectar nuestras expectativas tanto positivas como negativas a su comportamiento y a su estado anímico. Por ejemplo, en ocasiones a través de palabras como ” eres malo/a” o ” eres un/a vago/a” influyen en el comportamiento del niño cumpliendo exactamente lo que esas palabras mencionan y reforzando la expectativa de que el menor realmente es malo/a o vago/a.
Actuaciones a tener en cuenta:
1.Lo primero que debemos hacer es darnos cuenta cuáles son nuestras expectativas de las personas que me rodean: de nuestros hijos, de nuestra pareja, de nuestros padres, de nuestros compañeros/as de trabajo etc. El dar por hecho de que esas personas van a comportarse o que son de una determinada manera puede generar conflictos en la relación ya que posiblemente no se ajuste mis expectativas a la realidad. Además, esta situación produce emociones como frustración, impotencia e incluso decepción.
2. Una vez que identifico cuales son mis expectativas debemos aplicar medidas de reajuste de las mismas. Para ello, es muy importante que podamos registrar a nuestros menores como personas que tienen sus propias necesidades, sus valores y su personalidad. Por este motivo, la observación, la escucha activa y la empatía son elementos clave para la gestión de nuestras propias expectativas.
3. La motivación es muy relevante para animar y reforzar a nuestros menores a que tomen decisiones en función de sus expectativas y no de las nuestras. Podemos sugerir, recomendar y aconsejar evaluando las consecuencias pero respetando sus propias decisiones. De esta manera, se potencia la responsabilidad y la independencia desde edades tempranas.
La auto- regulación de nuestras expectativas tiene como objetivo conseguir un equilibrio entre lo que “yo espero que sea” y “lo que realmente es” fortaleciendo las relaciones sociales y personales basadas en el respeto, la confianza y la libertad.