La sociedad en general y las familias en particular, se plantean muchas preguntas en torno el modelo educativo actual, pero una de ellas, sin duda, es la educación en los menores: ¿competencias técnicas o competencias emocionales?
Muchas cosas han cambiado desde aquel sistema educativo del siglo XIX, sobre el que se ha escrito y debatido comparándolo con el actual y sosteniendo sus evidentes diferencias; sin embargo, aunque esto sea cierto, sólo lo es parcialmente, ya que la transmisión de conocimientos técnicos sigue empleándose en muchas de las aulas españolas, insistiendo y aplicando un concepto de competencia puramente funcionalista basado, esencialmente, en la adquisición de aptitudes de desarrollo técnico-profesional encaminadas a aprender un trabajo específico, es decir, adquirir conocimientos y procedimientos para desenvolverse en un determinado ámbito profesional o especialización.
Sin embargo, las nuevas y actuales transformaciones del ámbito empresarial, sumadas a la evolución de la sociedad actual y sus necesidades, demandan otro tipo de competencias, relacionadas con el desarrollo socio-personal, tanto en la esfera personal como interpersonal.
Estas competencias son muy diversas y amplias, por ejemplo: control del estrés, motivación, asertividad, trabajo en equipo, empatía, capacidad para resolver problemas, prevención y solución de conflictos, etc…
Las empresas cada vez son más competitivas y globales, con lo que necesitan profesionales que sepan adaptarse a los nuevos cambios y relacionarse eficazmente con las personas, asumiendo trabajos que requieren, cada vez más, la cooperación; por lo tanto, en estos nuevos escenarios, la productividad en el mundo laboral dependerá de que los trabajadores sean emocionalmente competentes.
Así pues, debemos ir hacia un nuevo modelo y reflexionar sobre la educación en los menores: ¿competencias técnicas o competencias emocionales?
Los niños deben aprender a desarrollar estas competencias que les serán enormemente útiles en su vida adulta, no sólo para mejorar su empleabilidad, sino también su vida personal y/o familiar: cooperación, asertividad, responsabilidad, empatía, autocontrol, etc…
Y aunque muchas cosas se están haciendo muy bien en el sector educativo, con la implementación de modelos y metodologías que fomentan la convivencia pacífica y la cultura de la paz en los centros educativos, y con ello el aprendizaje de estas competencias emocionales, aún queda camino por recorrer hasta que el sistema cambie el rumbo definitivamente y se adapte con paso firme a los nuevos tiempos, introduciendo la inteligencia emocional, habilidades sociales y competencias asociadas en los Planes de Estudio y sistema educativo en general.
Nuevos tiempos requieren nuevas formas y, por tanto, la cuestión de la educación en los menores: ¿competencias técnicas o emocionales? debe ser ya superada y avanzar hacia un nuevo modelo de educación basado en el desarrollo de competencias emocionales.