Supervisiones de los casos tratados y reuniones periódicas, para evitar posibles recaídas.
Los principales problemas que se ocultan en el acoso escolar a través de internet y las redes sociales, es que el menor que los padece suele sufrir en silencio estos ataques, en otros casos no es consciente y lo más grave, que la red relacional del menor y profesorado pueden que cuando conozcan el problema, ya sea tarde.
El mayor daño que se puede causar a un menor acosado es la manipulación psicológica por parte del acosador, a través del desprecio, la humillación y el ataque a su dignidad como persona.
Esta alteración psicológica que fomenta el acosador crea en el subconsciente de la víctima una “situación virtual” que altera su estado normal, que le hace creer que todo es verdad, e incluso su propio entorno representado en sus propios amigos, compañeros de colegio y espectadores de lo que está ocurriendo, admiten y consienten pasiva o activamente ese ataque o ataques como merecidos, fortaleciendo así la respuesta del acosador o acosadores.
De esta manera se crea una auténtica atmósfera de odio, inquietante e insoportable, que conduce a que el menor acosado por bullying electrónico se derrumbe moralmente, provocando consecuencias tan graves como el suicidio.
Por eso, las consecuencias emocionales que se hayan producido por una situación de ciberacoso escolar son diferentes en función del ataque recibido. Y en este sentido, muchos adolescentes manifiestan problemas para recuperarse de los efectos negativos de un acoso cibernético.
En este caso, es necesario e imprescindible mantener reuniones periódicas en los casos de ciberbullying que ya se hubieran tratado previamente, con supervisiones coordinadas con la familia para fortalecer los vínculos familiares y comprobar que el empleo de las herramientas efectuadas ha dado sus frutos o corregir posibles eventualidades que pudieran haber acontecido.