Los conflictos en los menores. ¿Cómo podemos enseñarles a afrontarlos?

De la misma manera que los adultos, los niños también experimentan situaciones de enfado y molestia con sus compañeros y, desgraciadamente, muy a menudo las vías de resolución de sus conflictos se traducen en insultos o en agresiones físicas y/o psicológicas.

¿Cómo podemos enseñar a los menores a resolver sus propios conflictos de una manera adecuada? ¿existen estrategias efectivas para la gestión de conflictos en los menores? ¿Cuál es el papel que tenemos los adultos en este aprendizaje por parte de los menores?

Dar ejemplo con el ejemplo

Una vez más, los propios adultos debemos hacer una reflexión sobre nuestra manera de resolver los conflictos con los demás o con nosotros mismos, ya que  los menores aprenden por imitación o aprendizaje vicario, es decir, reproducen conductas, gestos o estilos de afrontamiento que observan de sus referentes como pueden ser sus progenitores, sus profesores, sus abuelos, los hermanos mayores e incluso los medios de comunicación.

Es importante enseñarle al menor a que los conflictos siempre van a existir, ya que no estamos obligados a tener los mismos pensamientos, valores y creencias que los demás y que cada persona es única, diferente e irrepetible. Debemos normalizar el conflicto en nuestra vida diaria, ofrecerle una oportunidad para cambiar y aprender y sobre todo habilidades no para evitar el conflicto, sino para saber gestionarlo.

 El control emocional en los conflictos

Como hemos dicho anteriormente, el conflicto es una percepción donde las emociones afectan directamente en su gestión. Por eso mismo, hay que transmitir al menor los siguientes aspectos:

1.El menor debe aprender a identificar las señales de miedo o enfado. Todos tenemos derecho a enfadarnos, pero la habilidad de identificar el enfado puede evitar que se intensifique y acabar en agresiones físicas, verbales o psicológicas.

2.Enseñarle estrategias para reducir el nivel de actividad fisiológica a través de técnicas de relajación. Puede ser buena idea contar hasta 10, dar un paseo, escuchar música o hacer algún tipo de deporte determinado.

3.La importancia de reflexionar sobre la causa del problema y las posibles soluciones que se le puedan ocurrir. Es importante que los adultos dejemos que los propios niños expresen lo que piensen y sienten sobre las soluciones para resolver el problema. Sí que podemos hacer que reflexione sobre las posibles consecuencias de cada solución a través de preguntas como por ejemplo: “¿y cómo crees que se va a sentir tu amigo si le dices eso?” “¿cómo te vas a sentir tú?”. Debemos evitar los juicios de valor y las críticas. De esta manera estaremos contribuyendo a que el menor desarrolle su propia autonomía en la resolución de conflictos. Como defendía Deborah Tannen, “La cooperación no es ausencia de conflictos, sino el medio para resolver el conflicto”.

 Si aumentamos su capacidad de resiliencia también les estaremos dando las claves para afrontar las adversidades de la vida, entre ellas, las diferencias y conflictos que puedan tener luga5a65ff8986fcer entre los compañeros de clase, del vecindario, etc.

 

 

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